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Paz de Roda, experta en Relaciones Afectivas y Trastornos de Ansiedad

La tiranía del gurú

La semana pasada he impartido clases en el Máster de Psicología de Isep. Con una alumna surgió un interesante debate sobre ciertos mensajes de auto-ayuda facilones que se comparten de forma masiva en las redes. Y que para mí suelen tener un contenido superfluo. En este caso, hablábamos de la idea de que una persona puede conseguir todo lo que se propone. Mi punto de vista es que una persona no puede conseguir todo lo que se propone (tanto porque todos los seres humanos tenemos limitaciones internas como por las circunstancias que nos rodean y que de alguna manera nos condicionan). Me parece que un mensaje de este tipo puede llevar a las personas a frustración, impotencia, comparaciones insanas, ansiedad, depresión y bajada de autoestima. Para mí es un mensaje irresponsable, de gurú arrogante que vende humo y consigue el aplauso vacuo.

Por el contrario, creo que las personas debemos creer en nosotros mismos, fijarnos metas y luchar y perseverar por ellas. No abandonar ante los primeros inconvenientes y obstáculos. Pero también debemos considerar el derecho legítimo a abandonar un objetivo. Parte de la inteligencia emocional consiste en saber decir hasta aquí, en saber aceptar una insuficiencia y en saber virar el rumbo. No hay ni una sola meta imprescindible. Hay multitud de caminos para conseguir el desarrollo y el bienestar personal.

La omnipotencia no existe y un ser humano no pierde el valor por tener fragilidades, vulnerabilidades, batallas perdidas, claudicaciones o carencias. Decirle a un ser humano que si no consigue una meta es exclusivamente por su actitud, es ofenderle, denigrarle, rechazarle y juzgarle en su esencia. Y el que así alecciona se comporta de forma condescendiente y considerándose ejemplo de vida, sin considerar las vivencias del otro y los propios descalabros. No existe el súper humano. Ni falta que hace.

Quizá una persona quiera dejarse la felicidad y extenuarse en lograr algo que no termina de cuajar. La decisión es suya. Pero esta obstinación, lícita e irreprochable en tanto elección personal, no debe venderse como un código de conducta. Simplemente como una opción personal. La libertad y la autonomía consisten en decir “quiero conseguirlo y lucharlo” pero también en saber decir “no llego y no quiero llegar”. Y entre ambas opciones debe existir un buen equilibrio y una sopesada reflexión.

Enseñar sobre frustración y aceptación haría a las personas más felices. A la par que fomentar el autoconocimiento, interiorizar la fe en uno mismo, reconocer luces y sombras (puliendo aquellas que interfieren y aceptando aquellas que no afectan) y luchar hasta que uno decida que no quiere luchar más (siendo consecuente). Y como sobre salud mental hay muchísimo de qué hablar, os espero próximamente para seguir debatiendo al respecto.

Pero como detesto los dogmas de fe, termino diciendo que esta es mi opinión y que mi experiencia en consulta me viene a decir que un poquito de razón, quizá sí llevo. Pero jamás caeré en esa terrible lacra para el progreso que consiste en sentar cátedra.

Si queréis compartir conmigo, y leer más sobre experiencias de otras personas, estaré encantada de teneros en mi pared en Facebook.

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